La memoria naturalista
Este año tuve que dibujar y pintar varias especies del mar para la nueva exhibición del MNHN que se reabrió en Mayo. Fue como un curso intensivo de anatomía y técnicas para representar peces, moluscos y otros seres del mar. Cada especie es estudiada a fondo, y el dibujo y los colores se analizan de varias maneras para comprenderlos al máximo y así lograr una buena representación. Este acto repetitivo termina por grabar los conocimientos de anatomía (dibujo) y color en la memoria y por lo tanto es posible volver a hacer una representación de la especie -o el objeto en general, por supuesto- sin estar frente al modelo. Aunque al tratarse de un recuerdo perdemos detalles y medidas exactas. Pero cuando no estoy trabajando para una entrega, si pinto un salmón o una trucha de memoria y sale un pez híbrido y con sonrisa, da lo mismo.
La imagen resultante no es igual al recuerdo ni al modelo, es además hecho en una milésima del tiempo otorgado a los originales (media hora versus 2 ó 3 días) pero tiene tanta o más vida, pues es más expresivo y tiene rostro más de personaje que de pez.
Esta pequeña reflexión me lleva también a pensar sobre un tema da vueltas en mi cabeza todo el día, sobre todo ahora que estoy inmersa en el mundo de la ilustración botánica: ¿cuáles son los límites entre arte e ilustración? y más allá: qué esperan las personas que aprenden las técnicas de la ilustración naturalista o científica: ¿siempre utilizarlas en el contexto científico, o quizás explorar más allá de esos límites y elaborar un discurso propio y original? Me propongo a mí misma la tarea de indagar con los ilustradores o aspirantes que estoy conociendo ahora, cuáles son sus expectativas y proyectos personales en este sentido. Apenas sepa les cuento.
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