El dibujo me llama: algunas conclusiones
Euchryphia glutinosa, ilustración en acuarela, colección Royal Botanic Garden Edinburgh.
Han pasado casi dos semanas desde que volví de mi periplo por Escocia y todavía estoy procesando toda la información y vivencias del viaje. El aterrizaje ha sido lindo en lo familiar (nada como volver al hoar) y al mismo tiempo un «piquero» al mundo «real» de los trámites y la burocracia.
Es ahora cuando intento pensar qué ha significado la oportunidad de trabajar en un jardín botánico de esa envergadura, en el contexto puramente científico, en un país con una larga tradición jardinera, botánica y naturalista con el que además tengo un lazo sanguíneo que ha sido parte importante de la experiencia. Aunque todavía no lo tengo del todo claro, quiero compartir algunas de mis primeras conclusiones con ustedes.
Lo primero que me pregunté al volver, es por qué nuestro país me da la impresión de retroceder en vez de avanzar en temas que tienen que ver con conservación y educación ambiental: estamos dejando todo en manos de privados, queremos que ellos sean quienes decidan sobre cuándo y cómo explotar los recursos naturales y además que se preocupen de invertir en proyectos de conservación. Si el Estado abandona al medioambiente a su suerte (en manos de compañías que sólo velan por el buen resultado de sus inversiones a corto plazo, sin importar las implicancias de éstas), abandona también a las personas que lo habitamos y contamos con él para nuestra vida -en el más puro sentido-: nuestro lugar, nuestro sustento, nuestro pasado, presente y futuro.
Gran Bretaña y Escocia también tienen el mismo dilema: hay conflictos con el uso de los suelos, se están vendiendo cada vez más terrenos a industrias contaminantes (aunque existen estándares mucho más altos que las industrias deben respetar), las especies de animales salvajes cada vez son menos -los grandes mamíferos de las islas británicas ya no existen- y la flora nativa ha ido cambiando su configuración a medida que se han introducido y asalvajado miles de especies extranjeras -no olvidemos la fiebre por el coleccionismo de los ingleses-, por lo que los lugares que conservan la denominación de «nativos» o intocados son casi contados con los dedos, y tienen algún grado de intervención. Pero, y he aquí la diferencia: el Estado invierte una enorme cantidad de recursos en la creación y mantención de jardines botánicos y recreacionales, invierte en investigación y en programas de conservación y re inserción de especies casi extintas, en educación y en profesionales que garanticen la continuidad de estos esfuerzos en el tiempo. Y esto no es nuevo, tiene ya varios siglos, desde que surgieron los primeros jardines botánicos en el siglo XVII.
Si nosotros queremos alcanzar el rótulo de país desarrollado, no podemos enfocarnos solamente en la industria y la economía: debemos procurar también un nivel educacional y cultural que nos permita dialogar a la par con los países con más desarrollo histórico, y esto incluye desde la educación de mejor calidad y acceso en nuestras escuelas hasta la inversión en capital cultural y ambiental concreto, como son los jardines botánicos -que son centros de investigación, no de recreación-, los zoológicos y los museos. La única forma de que nuestros ciudadanos cuiden y aprecien su país, que valoren lo que tienen y dejen de botar las clásicas cáscaras de sandía y pañales en las playas, es que sepan lo que vale Este país, Su país. Y se asombrarían al saber lo admirada que ha sido por siglos nuestra flora y nuestra geografía tan particular a los ojos de los extranjeros.
Fuchsia magellanica, dibujo previo a lápiz. Royal Botanic Garden Edinburgh.
Es en el contexto de esta reflexión que me pregunto ¿por qué hago lo que hago? ¿Cuál es el sentido? ¿Qué/quién quiero ser? ¿Puedo como artista llegar a ser un agente de cambio real en esta maquinaria que parece no detenerse, que no quiere pensar? Obviamente estas preguntas se contestan con acciones y se necesita mucho tiempo para saber las respuestas.
En este viaje aprendí mucho del oficio de la ilustración botánica y de la importancia que tiene en el ámbito científico. Veo esta disciplina como una herramienta capaz de tocar sensibilidades, de educar, de dar a conocer, informar, embellecer, y sobre todo evocar esas sensaciones indescriptibles que la naturaleza provoca en las personas. Y vuelvo a caer en la vieja premisa de que una imagen vale más que mil palabras, y aunque suene cursi y cliché así es.
Pensando en esto, me reencuentro todos los días con el placer de querer seguir dibujando y pintando plantas, animales o lo que sea necesario y como me de la gana. Es esa necesidad de destacar cada especie y decir «yo lo vi, lo conocí, quiero que tú también lo veas y lo conozcas, así como yo lo veo». Muchas veces me cuestiono (¡siempre!) y pienso: «bueno, ya sé dibujar y pintar, puedo «copiar» las plantas y lo que sea. Pero, ¿qué hago con eso? Quiero copiar cosas simplemente o agregar ese algo más que agregan (agregamos) los artistas a lo que hacen? ¿Por qué vivo preocupada de eso? «.
Me incomoda esta preocupación, al mismo tiempo que me desafía. Siento que tengo (¡y quiero!) tanto que hacer en el ámbito de la ilustración científica -donde más encima me preocupa desarrollar y mostrar un estilo propio dentro de los cánones exigidos-, y a la vez pienso en que mi obra como artista debe traspasar las fronteras de la ilustración y cuestionar esos límites en pos de algo propio, nuevo, original, etc. Pero, ¿cómo lo hago? ¿qué hago? ¿quiero hacer eso? Ya lo sabré.
Me incomoda esta preocupación, al mismo tiempo que me desafía. Siento que tengo (¡y quiero!) tanto que hacer en el ámbito de la ilustración científica -donde más encima me preocupa desarrollar y mostrar un estilo propio dentro de los cánones exigidos-, y a la vez pienso en que mi obra como artista debe traspasar las fronteras de la ilustración y cuestionar esos límites en pos de algo propio, nuevo, original, etc. Pero, ¿cómo lo hago? ¿qué hago? ¿quiero hacer eso? Ya lo sabré.
Trabajando en mi escritorio del Herbario del Royal Botanic Garden Edinburgh.
¿Alguna conclusión por el momento, después de tantas vueltas? Sí. Es momento de asimilar lo aprendido, aplicar lo nuevo, mejorar. Hacer, trabajar, pintar lo que quiera. Disfrutar lo que sé hacer, lo que me gusta. Invitar a más personas a aprender; enseñar un oficio que es en sí mismo una escuela: de dibujo, de meditación, de color, de pintura, de observación y de conocimiento profundo: el dibujo es quizás una de las mejores formas de conocer y valorar lo que hay a nuestro alrededor. Es esa conexión personal, espiritual y física con lo que vemos.
La principal tarea: poner en práctica las ideas. No detenerme. Espero que ese acto me ayude a transmitir lo que pienso de manera que las imágenes toquen las puertas correctas.
La principal tarea: poner en práctica las ideas. No detenerme. Espero que ese acto me ayude a transmitir lo que pienso de manera que las imágenes toquen las puertas correctas.
Vista del Palm House (invernadero de palmeras) del RBGE desde el jardín de plantas chilenas «Chilean Terrace». Se puede ver la Lobelia tupa en flor (flores rojas).
Bién, Geraldine! Me encanta tu trajectoria! Que sigas lo que elegiste como labor, artesanal y artístico. En el percurso vás a descobrir como añadir lo que sea. Besos desde Brasil!