Lo mejor de los viajes es todo lo que pasa en nuestro interior. Todo lo que sentimos, pensamos y hacemos en el nuevo entorno de alguna manera nos cambia y nos hace cuestionarnos sobre cómo vivimos, qué queremos y lo mejor de todo es que el retorno también promete nuevas experiencias.
Durante la pasantía en el jardín botánico he estado trabajando en un conjunto de ilustraciones lineales, es decir, sólo dibujo. Se trata de un listado de plantas chilenas que me ha sugerido mi supervisor botánico Martin Gardner, que es un apasionado de la flora chilena. Él piensa de hecho que nuestra flora es única en su tipo y que Chile en este sentido es uno de sus países favoritos. También se asombra de las pocas políticas públicas que apuntan a la conservación de nuestro medio natural. Creo que en eso estamos todos de acuerdo.
Gracias a estas ilustraciones, me estoy concentrando principalmente en el dibujo, que es algo que siempre hay que estar trabajando y mejorando, pues es el esqueleto que sostiene todo lo demás.
Mi escritorio en el Herbario
Para cada planta que dibujo tengo a mi disposición el espécimen vivo, que mido y dibujo en grafito hasta lograr la composición que muestra la mayor cantidad de características. Una vez terminado el dibujo lo paso a papel de acuarela y trazo las líneas con pinceles y un gris neutro.
Trabajar de esta manera me ha ayudado a simplificar mis líneas y a darme cuenta de que soy más hábil con el pincel que con el lápiz para cierto tipo de líneas y marcas, y que el dibujo sí es lo más importante. Teniendo un buen dibujo de base, todo lo demás se hace mucho más fácil y el resultado es muchísimo mejor. Y es increíble como siempre hay miles de cosas que arreglar y mejorar.
Entre medio de este trabajo que es bastante exigente, han surgido otras oportunidades que me han ayudado a expandir la mente y a pensar en cómo quiero enfocar todo esto más adelante.
Ayer por ejemplo, pude asistir a un taller de pintura al óleo básica, basado en la exposición del
colorista escocés Leslie Hunter en el City Arts Centre. El taller fue muy interesante y sobre todo relajado e informal, para gente que quería empezar a pintar. Lo disfruté mucho, y lo mejor de todo es que pinté un óleo después de casi diez años. Hace mucho que había dejado esta técnica, quizás porque manchaba mucho, por el olor, porque necesitaba muchas cosas…puras razones basadas en mañas y algo de frustración.
El paisaje que pinté en el City Arts Centre.
Por eso fue excelente pintar en esa atmósfera tan coloquial y relajada para descubrir que después de todo, no había para qué desecharlo para siempre y que la mejor actitud es estar abierta y no cerrarse a nada. Y esa es la actitud que ayuda al artista a crecer. Como no siempre me encuentro en ese estado de conciencia abierta, me decidí a aprovechar el impulso y me inscribí en otros talleres de arte para estimular mi creatividad, mis ganas, mis opciones y no encerrarme en un sólo camino en cuanto a técnicas. Creo que lo mejor es alimentar a los dos hemisferios del cerebro todo el tiempo mientras se pueda. Otra cosa buena, es que retomé mis diarios, que por años fueron un eje central para mi mundo personal y mi flujo creativo. Es una buena señal.
Una página de mi bitácora de viaje.
Geraldine,
que bueno saber de ti y sentir lo bien que va todo
espero alguna vez poder tomar un curso contigo
mientras tanto sigo jardineando
cariños,
Cristina
Gracias Cristina! 🙂