Por qué el tiempo es importante para el trabajo.
«Mi depredador ha muerto» acuarela, 2012.
Este fin de semana fue particularmente interesante y productivo en términos de pensar en torno a qué quiero para mi trabajo, cómo quiero enfrentarlo, etc.
Como parte de la pasantía, tuve la oportunidad de participar del taller de dos días de la artista
Rachel Pedder-Smith. Rachel concluyó hace poco un doctorado en Bellas Artes que consistió en pintar especímenes herborizados de plantas de la colección de Kew Gardens, usando un sistema de clasificación basado en el ADN de las especies. Ella demoró dos años en crear y postular este proyecto como tesis doctoral y 766 días más en su ejecución, obteniendo como resultado una gran acuarela de 5,33 metros de largo que muestra todas las plantas secas seleccionadas, tal como se ven en las carpetas del Herbario.
Lo que más llamó mi atención de Rachel y su trabajo, es la disciplina y organización con que enfrenta su proyecto y al mismo tiempo su actitud sencilla y relajada al momento de pintar. Ella no necesita millones de instrumentos y pinceles para trabajar, ni miles de colores. Usa dos pinceles, uno de ellos viejo -su favorito- y otro que tiene que renovar cada semana. Es la primera artista botánica que conozco en este país que mete los dedos en la pintura y le da lo mismo.
La técnica que ha desarrollado es muy eficiente y rescata a la perfección las formas, colores y texturas de plantas, frutos y semillas que están aplastados y sin vida hace siglos, en algunos casos. Es increíble y muy bello cómo les vuelve a dar luz y alma a estas plantas de museo.
Rachel Pedder-Smith, detalle de «Herbarium Specimen Painting» 2011
Al tener la oportunidad de conocer la historia de este trabajo y de cómo la artista lo llevó a cabo, termino de entender lo que hace tiempo he estado reflexionando. Es imposible desarrollar un trabajo -artístico, científico, etc.- consistente y de excelencia sin tomar el tiempo que esto requiere en términos conceptuales, técnicos, de compromiso y emocionales.
Una buena idea, la obra más genial, puede morir antes de nacer si no le dedicamos el tiempo necesario para madurar y desarrollar su máximo potencial (y a su vez el máximo potencial del artista en ese momento).
En nuestro país, Chile, existe la sensación de la ejecución rápida en las artes es una virtud. Que el que se demora menos tiempo en crear un cuadro (ojalá muy grande) es el más hábil, capaz y entendido. Pero no puedo estar menos de acuerdo. Muchas veces me he encontrado con artistas muy prolíficos y que trabajan en grandes formatos, pero que al mirar de cerca podemos notar el apuro en la ejecución. Hay una concepción de que cantidad y gran formato es mejor que calidad. Cuidado con este prejuicio.
Personalmente, muchas veces me solicitan trabajos de alta dificultad, pero quienes los encargan no cuentan con que este es un oficio altamente técnico y riguroso, y que trabajar contra el tiempo sólo va en desmedro del resultado y por lo tanto del producto final. Las personas que desarrollan proyectos editoriales o de otro tipo y que usan ilustraciones en Chile no están acostumbrados a organizar los tiempos de manera que se optimice el trabajo de ilustración, sobre todo si se trata de ciencias.
Rachel Pedder-Smith «Afzelia africana«
Aquí he aprendido que los trabajos de excelencia invierten más que nada en tiempo, y que esa gran ventaja los lleva a ser lo que son.
Me incluyo por supuesto en esta crítica, pues sé que si a mi último proyecto le hubiese dedicado más tiempo, es decir lo necesario, habría sido mucho más completo, mejor hecho, etc. Hoy lo veo sin duda como el inicio de algo más grande, jamás como algo terminado (me refiero a la serie de trabajos basados en Marianne North).
Es una tarea colectiva en nuestro país revertir la cultura de la velocidad porque finalmente lo único que sale de ahí son ideas mal terminadas, que pudieron ser mucho más pero no se les dio tiempo.