Cosas que he visto: Antiguas formas de registrar.
Hace un par de años visitando el Museo Británico, me encontré con una pequeña e interesante vitrina que contenía un par de catálogos imperiales chinos, donde un dibujante había pintado en acuarela todos los objetos de valor pertenecientes a la colección del Emperador. Los libros eran metros de papel de arroz enrollados sobre dos elegantes mangos. De esta manera se llevaba un inventario de todos los tesoros importantes.
Enseña lo que sabes
Mi supervisora y profesora del diploma, Jacqui Pestell.
Cada persona tiene algo que enseñar y compartir. Lo importante es estar abiertos a recibir, y también a dar. Enseñar, educar y aprender son acciones que ayudan a construir un mundo habitado por mejores personas, más felices y capaces de vivir sus vidas más satisfactoriamente. Por eso, enseña lo que sabes.
El largo proceso de aprender
El trabajo en el jardín botánico ha sido intenso y muy nutritivo, pues he podido conocer a varias ilustradoras* de gran trayectoria que me han enseñado muchas cosas fundamentales, sobre todo la observación, la disciplina y la dedicación a un trabajo que requiere de mucha concentración y conocimientos. Durante este tiempo he podido trabajar profesionalmente, con toda la infraestructura y asesoría que se requiere para realizar los estudios más completos de cada especie que me toca representar.
Todas las mañanas comienzo mi sesión de dibujo en el tercer piso del Herbario, donde están almacenados miles de epecímenes de plantas de todo el mundo, incluyendo varias joyas históricas recolectadas por Charles Darwin y otros naturalistas famosos -¡y antiguos!. A mi alrededor trabajan botánicos con diferentes especialidades que hacen estudios genéticos y de otras clases, todos ellos siempre dispuestos a conversar y a compartir su trabajo y experiencias.
Para esta pasantía se me encomendó realizar 12 ilustraciones lineales -es decir, dibujo sin aplicación de tonos o colores- de plantas chilenas que forman parte de la colección viva del jardín. Algunas de ellas son especies amenazadas. Al principio, pensé «uff, plantas chilenas, con lo que me encantaría hacer algo de otros países, algo nuevo…» , pero el tiempo y el hecho de escuchar a otras personas (¡extranjeras!) hablando de nuestra flora me hizo cambiar mi forma de pensar. Y no es que no valore lo que tenemos en nuestro país, simplemente era la idea de viajar a pintar lo desconocido.
La memoria naturalista
Nuevas experiencias para pensar.
Por eso fue excelente pintar en esa atmósfera tan coloquial y relajada para descubrir que después de todo, no había para qué desecharlo para siempre y que la mejor actitud es estar abierta y no cerrarse a nada. Y esa es la actitud que ayuda al artista a crecer. Como no siempre me encuentro en ese estado de conciencia abierta, me decidí a aprovechar el impulso y me inscribí en otros talleres de arte para estimular mi creatividad, mis ganas, mis opciones y no encerrarme en un sólo camino en cuanto a técnicas. Creo que lo mejor es alimentar a los dos hemisferios del cerebro todo el tiempo mientras se pueda. Otra cosa buena, es que retomé mis diarios, que por años fueron un eje central para mi mundo personal y mi flujo creativo. Es una buena señal.
La importancia del tiempo.
Aquí he aprendido que los trabajos de excelencia invierten más que nada en tiempo, y que esa gran ventaja los lleva a ser lo que son.
Me incluyo por supuesto en esta crítica, pues sé que si a mi último proyecto le hubiese dedicado más tiempo, es decir lo necesario, habría sido mucho más completo, mejor hecho, etc. Hoy lo veo sin duda como el inicio de algo más grande, jamás como algo terminado (me refiero a la serie de trabajos basados en Marianne North).
Es una tarea colectiva en nuestro país revertir la cultura de la velocidad porque finalmente lo único que sale de ahí son ideas mal terminadas, que pudieron ser mucho más pero no se les dio tiempo.