Otro año enseñando en la Senda Darwin: reflexiones de una aventura en movimiento.
Estoy en el aeropuerto El Tepual de Puerto Montt esperando mi vuelo a Santiago después de 10 días compartiendo, enseñando y aprendiendo en la estación biológica Senda Darwin, Ancud, Chiloé. Hace ya 4 años nació este hijo colectivo de la creatividad y sueños de un grupo de mujeres apasionadas y llenas de ideas para cambiar el mundo. Cada año, convocamos a personas de diversas procedencias, áreas profesionales, edades y nacionalidades para acompañarnos a mirar y entender nuestra naturaleza desde una perspectiva abierta, donde las ideas y miradas diferentes convergen en un objetivo común: comunicar.
Me tomó años entender que ése es el gran objetivo de nuestro trabajo colaborativo. En los inicios, mi postura se centraba en enseñar y hablar de la ilustración botánica como algo aislado, como «mi área» de expertise aislada de las demás. Ha sido un largo aprendizaje comprender cómo se trabaja inter disciplinariamente, pues no se trata de que cada profesional defienda su territorio imponiendo su visión a los demás -algo que me ha pasado en las dos direcciones-, si no de fundir las áreas para crear una nueva fuente de pensamiento común, diversa y exponencialmente creativa. Es lo que hace un tiempo atrás llamé «el tercer lenguaje o tercer producto». Es un encuentro de áreas del pensamiento que dan origen a una forma inédita donde no existen los bordes ni las jerarquías. Sí existen las prioridades, los objetivos y una ideología (postura) común.
El despertar a esta nueva forma de trabajar y relacionarse es un camino sin retorno.
Este año, después de todo lo recorrido, nuestro equipo logró esa conexión, esa fluidez que equilibra y otorga el espacio que merece cada uno de los saberes que conforman nuestra propuesta. En este contexto, donde todo es importante, los egos personales no son relevantes y las relaciones mejoran. Los estudiantes lo perciben y actúan entre ellos de la misma manera: son respetuosos, abiertos, colaboran entre sí y crean lazos que de seguro se mantendrán en el tiempo. Profesores y alumnos forman un grupo horizontal donde todos los involucrados enseñan y aprenden. Aquí se produce un punto de inflexión, donde la formalidad del curso (lo que se enseña en concreto) se transforma en un vehículo que nos lleva a una reflexión mayor: ya no estamos enseñando ilustración de plantas, ni botánica, ni cómo funciona la ciencia. Estamos entregando herramientas visuales y conceptuales para el pensamiento crítico, para la creación de contenidos insospechados y para la formación de agentes de cambio. Este año, más que los anteriores, los alumnos percibieron un cambio en sus modos de ver al otro (arista versus científico) y los límites profesionales se borraron. Pudimos conversar de naturaleza, de ciencia, de arte, de filosofía y de cómo plantear nuestro quehacer en el contexto latinoamericano. Cómo conectarnos con la comunidad latinoamericana que se encuentra influenciada por esta misma energía.
Esto me hace pensar y poner mis fichas en la nueva generación de profesionales del arte (humanidades) y la ciencia en nuestro continente. Entre nosotros circula una fuerza joven, creativa, apasionada y con la formación más que suficiente para unirse y romper los esquemas establecidos con una mirada nueva, positiva y muy generosa. Todos ellos sienten este movimiento naciente, todos saben que forman parte de él. El siguiente paso para pasar de las ideas y proyectos aislados a la acción colectiva y a mayor escala radica en nuestra capacidad para articularnos, unirnos, construir espacios de comunicación sólidos y ampararnos unos a otros de todas las maneras posibles.
Sé que todo esto es ambicioso y tomará tiempo, pero en los últimos 10 años hemos visto los cambios. Día a día aparecen nuevos proyectos, nuevas iniciativas y nuevas personas. La masa crítica está. El momento es el oportuno.
Es hora de la acción para generar cambios.
Link al Album de fotos Senda Darwin 2018
Primer Encuentro Colombiano de Ilustración Científica, Bogotá, 27 al 29 de junio 2018.
Estoy sentada en el hotel cerca de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, donde tuvo lugar el Primer Encuentro Colombiano de Ilustración Científica. Esta es la primera vez que participo de un encuentro organizado por y para latinoamericanos, y la verdad es que ha sido una experiencia enriquecedora que me ha llenado de buena energía y me ha reforzado la idea de que nuestro continente es fantástico y que tenemos potencial para hacer todo lo que soñamos.
El encuentro consistió en una serie de conferencias, talleres, una exposición y una mesa redonda donde pudimos compartir, conocernos, aprender, enseñar y diseñar lo que queremos para la Ilustración Científica y naturalista de nuestro continente. Los países presentes fueron Colombia, Argentina, Ecuador, Brasil y Perú. Llegaron jóvenes de muchas regiones de Colombia y también de Guatemala a participar.
Ya de vuelta en Santiago.
Otro aspecto que quiero destacar es que en América Latina el interés creciente por la ilustración científica viene de gente muy joven, a diferencia del Viejo Continente y Estados Unidos, donde todavía predominan los adultos y personas mayores. Por lo tanto, nuestro continente tiene una gran proyección en el futuro y es nuestro deber hacernos cargo de todo lo que implica.
Relaciones entre científicos e ilustradores: el caso de Marie Joelle Giraud.
Cuando las metas se cumplen: Exposición Internacional de Flora Nativa Chilena Cinc-ASBA 2018
Como dice el dicho popular, no hay plazo que no se cumpla. El pasado viernes 18 tuvimos la esperada inauguración de la Exposición Internacional de Flora Nativa Chilena en la Biblioteca Patrimonial Recoleta Dominica y la verdad, superó todas mis expectativas, y estoy segura que fue así para todas las que integramos Cinc.
Llegaron al rededor de 500 personas lo que es todo un récord para nosotras y también para la Biblioteca, que no acostumbra reunir tanta gente de una sola vez en sus eventos. Fue lindo ver a las «celebridades» de la botánica chilena como Adriana Hoffman, Mélica Muñoz, Gloria Rojas (una de nuestras jurados), a nuestro querido profesor y jurado Francisco Ramos, Sebastián Teillier, también jurado, Sergio Elórtegui, Andrés Moreira, Mónica Musalem y muchos otros que nos han apoyado y acompañado en este largo camino.
No puedo estar más agradecida de la Biblioteca y sus trabajadores, de las empresas que nos auspiciaron con los lindos premio y las instituciones que nos dieron su patrocinio (vamos a estar publicando sus nombres y agradeciendo a través de las plataformas de Cinc a todos ellos, ¡gracias!). Pero los más importantes fueron los más de 30 expositores que se esforzaron por participar y nos enviaron sus mejores trabajos, que son los que hoy constituyen esta exposición.
Hacer comunidad.
Una de las cosas que más importancia tiene para mí a partir de este momento, es que esta exposición ha servido como hito, marcando el nacimiento oficial -pues ya existía- de la comunidad de la Ilustración Botánica en Chile. Más allá de las obras, de Cinc, de los artistas, está el conjunto de personas que formamos esta comunidad. Somos los ilustradores, los botánicos, los entusiastas de las plantas, los aprendices, los expertos, los que nos proveen de materiales, los que escriben y publican los libros, los que cuidan a las plantas donde ellas viven, los que las cultivan, las instituciones que nos apoyan, nuestras familias, nuestros amigos y todas las personas que de alguna manera se relacionan con nuestro mundo. Todas estas personas, somos comunidad. Nos interesamos por lo que hace el otro y apoyamos la misión de cada uno con nuestra atención, el compromiso diario, el escucharnos y el estar presente en las actividades y momentos importantes.
En estos tiempos en que estamos híper conectados, cada una sola (me paseo en los géneros cuando escribo pues no me gusta tener que decir «todos y todas» cada vez y tampoco comulgo con la @ ni la x, tradiciones mías) frente a su pantalla, viendo este universo de información, ¿qué es lo que más necesitamos? La comunidad, sin duda.
Recuerdo cuando decidí dedicarme a la ilustración de naturaleza a finales del 2008. Estaba viviendo en Concón con mi marido y trabajando arduamente en hacer las ilustraciones para mi tía Sonia Haoa de Isla de Pascua (ella es mi mentora, y agradezco tanto haber trabajado con ella por todo lo que aprendí, le debo esta carrera en gran medida). Todo el día en mi casa, en el escritorio que puse en el living, mientras pintaba buscaba en Internet a los posibles «otros» que estaban haciendo este trabajo en Chile. Por mucho tiempo no encontré nada. Encontré un par de libros en Amazon y con eso pude empezar a entender qué era lo que estaba haciendo. Me fui dando cuenta de que era súper difícil y que no tenía la más mínima idea, era un mundo desconocido. Sin embargo, cuando decidí dedicarme a esto -porque por primera vez me identificaba con una ocupación, antes nunca me había apasionado así por nada-, me puse a hacer clases desde lo poco que sabía, mi experiencia como profesora, como artista y las ganas de aprender. Sin puntos de referencia, sin nadie a mi alrededor, hasta que por fin encontré por casualidad la página del Herbarium y tomé clases con Francisco Ramos. Hasta ese entonces, el único maestro que tenía un curso dedicado a la ilustración científica de plantas y que se sostenía en el tiempo y en muchos años de experiencia. Y desde ahí, mi trabajo y mi carrera se dispararon.
Después de eso empezaron a aparecer otras personas, otras mujeres de mi edad que se sentían atraídas hacia lo mismo, todas ellas estudiosas, meticulosas, sensibles, diferentes.
Con todo esto, quiero decir que el trabajo o los resultados de cada uno de nosotros son producto del esfuerzo personal pero también de la comunidad que nos sostiene. Desde la familia, los amigos, los colegas, las influencias, las maestras y maestros, los amigos virtuales, todos ellos nos ayudan a construir lo que somos. No somos seres de la generación espontánea, no tuvimos un golpe de suerte, ni nos llega el éxito (¿qué es el éxito para ti?) de la noche a la mañana. Bajo esta premisa, me he planteado el objetivo de hacer comunidad. De entender que más allá de los éxitos personales está el bienestar colectivo: si mi medio profesional, con todas las personas y grupos que lo construyen, está sano, creciendo y desarrollándose como un todo, es casi obvio que las unidades que somos cada una también podrán vivir sanas y desarrollarse mejor. Y aquí me voy a poner un poco filosófica o como quieran llamarlo, pero ¿por qué no imitar a las plantas? Las vemos sobre el nivel del suelo, con sus lindos tallos, ramas, hojas, flores preciosas, cada una brillando en su singularidad. Pero por debajo, en el subsuelo, está ese tejido tremendo de raíces, hongos, bacterias y seres que se conectan y ayudan unos a otros, igual que los Tres Mosqueteros, «todos para uno y uno para todos» (¿o al revés?).
Nosotros tenemos ese potencial, el de la conexión, de la solidaridad -no de la caridad, del estar para el otro, por el otro y por mí, porque todos cabemos, aunque el mundo esté lleno.
Mi invitación a partir de esta gran experiencia, que me ha conectado con mujeres increíbles y gente generosa, es a seguir este camino, el camino del conjunto, la colaboración, la unión. Como dice mi papá, citando de alguna canción, «No man is an island». Podemos ampliarlo y decir que ninguna persona es una isla, que estamos conectados y que si nos proponemos hacer comunidad, la vida en el difícil y descarnado siglo XXI puede ser mil veces mejor.
Todos invitados al evento del año!
La inauguración está programada para el día Viernes 18 de Mayo a las 19:00 horas en la Biblioteca, en Av. Recoleta 683. Se extenderá hasta el 27 de Septiembre y estaremos anunciando actividades que desarrollaremos a lo largo de la muestra. Necesitamos que nos acompañen y celebremos juntos el Día Mundial de la Ilustración Botánica.